Vuelo 175

Con este texto participé en el primer I Concurso de Internacional de Microrrelatos, organizado por la multinacional radial Prisa. No gané pero me siento muy satisfecho de este relato, que debía partir de la última frase de la más reciente novela de Mario Vargas Llosa, “El héroe discreto”. Dicha frase es la siguiente: “Habían atravesado la capa de nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión”. Bien, siguiendo las reglas del concurso escribí el relato que sigue y que luego de la frase mencionada, no podía exceder de 100 palabras. He aquí el resultado, respecto al cual agradezco sus comentarios y que está inspirado en un hecho real.

Vuelo 175

vuelo_nubes

Habían atravesado la capa de nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión. Solo y con la mirada desenfocada sobre los instrumentos de vuelo, Marwan imaginó el curso que pudo tomar su vida si luego de recibir la licencia de piloto hubiese abandonado su misión. Se visualizó uniformado como capitán, sonriéndole a su tripulación al término de itinerarios perfectos. Su fantasía se esfumó con el regreso de Hamza, cuya presencia lo devolvió a esa realidad en la que su vuelo no aterrizaría. La torre de control de Nueva York sólo oyó la voz de Marwan cuando exclamó en la radio “Alá es grande”, justo antes de fundir el avión con el edificio.

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Vuelo 175 por Óscar Guzmán Valbuena se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
Basada en una obra en https://pensandoenborrador.com/vuelo-175/2013/10/22/.

La ley del embudo

Cancelado... demorado... ¿y quién compensa?

Cancelado… demorado… ¿y quién compensa?

Definitivamente hay quienes juegan a su antojo con la necesidad ajena sin que sea fácil ponerles el “tatequieto”. Entre los tales están muchas aerolíneas que son implacables a la hora de poner sus penalidades económicas si uno es tan de malas como para verse obligado a modificar un itinerario (y es que además de la multa muchas veces la osadía se paga con la humillación de tener que rogarles para conseguir un cupo). Sin embargo, cuando es al contrario, cuando el pasajero es el que reclama por el incumplimiento, el retraso, las cancelaciones o los cambios imprevistos,  que nada tienen que ver con la meteorología, algunas aerolíneas son especialistas en usar la ley del embudo: lo ancho para ellos y lo estrecho para el cliente.

Me sucedió hoy que, por pura casualidad, he llamado para averiguar sobre el operador de un trayecto nacional, que hace parte de un tiquete internacional que adquirí. Mi sorpresa fue mayúscula cuando en la agencia que manejó mi transacción me salieron con el cuento de que había un “cambio operacional”  que descuadernaba por completo mis planes por la pérdida de un día. De nada valió ser precavido; ni si quiera habiendo comprado el tiquete más de dos meses antes.

Ojalá que, encima de todo, no tenga que acampar en el aeropuerto

Ojalá que, encima de todo, no tenga que acampar en el aeropuerto

La agencia se lavó las manos del asunto y me puso a lidiar con la aerolínea. Que sí, que qué pena, que lo entendemos, señor. Pero a la hora del té, simplemente la solución fue enviarme un día antes sin resolverme nada respecto al día extra que tendré que pagar de hotel y demás gastos por culpa de las acciones solapadas de una compañía que se escuda en una supuesta falta de información en los datos que la agencia suministró sobre mi reserva.  Así la aerolínea le tira la pelota a la agencia y la agencia nuevamente se la pasa a la aerolínea. Debería existir un sistema de penalidades muy eficaz que le permita a los clientes ser compensados económicamente por los implicados cuando se hagan cosas arbitrarias como éstas, en nada emparentadas con la fuerza mayor.

Estoy pendiente de una respuesta a la queja que envié  al departamento de  servicio al cliente de la aerolínea (me dejaron muy claro que este tipo de cosas no se atienden por teléfono, sólo por correo… qué conveniente). Espero una respuesta satisfactoria y una cama decente dónde pasar una noche que no tenía planeada, porque no “contaba con la astucia” de unos expertos en manejar la ley del embudo a su favor.