El poder convincente de una bata blanca

Y el día llegó. Mi herencia genética y los “varoniles” efectos de la testosterona me dictaron sentencia: estaba perdiendo cabello. Lo tomé con resignación porque me desagrada visualizarme en la esclavizante rutina de aplicarme menjurjes malolientes. ¿Para qué cabello si sólo sería atractivo para las moscas?

Esa misma noche y luego de haber optado por la dignidad, algún rezago de mi ego fue presa de uno esos infomerciales televisivos que estorban en medio de las películas. Un locutor entusiasta y modelos con frondosas cabelleras anunciaban la solución final al problema de la calvicie. ¡Y sin menjurjes! Sí, reconozco que la vanidad sacó a empellones a la recién invocada  dignidad y ante la posibilidad de no seguir perdiendo cabello me dije a mí mismo “¿y si funciona?”.

Tenían mi atención. En poco tiempo mostraron supuestos casos exitosos de hombres que usando una especie de dispositivo luminoso consiguieron no solo detener la debacle capilar sino que además lograron repoblar sus desiertos de piel. El encanto parecía estar cuajando hasta que empezaron a mostrar “evidencias científicas”.

Frases de cajón como “estudios científicos demuestran que…”, acompañadas en video con fulanos de bata blanca, encendieron mi alarma.

La tapa fue saber que el aparato milagroso aplicaba los resultados de investigaciones de la NASA, sin más evidencia que unan costosa animación del transbordador espacial. Sigue Leyendo  

La verdad es que no hay tal cosa como la verdad.

Leyendo sobre esquemas mentales y patrones de comportamiento  leí esta interesante historia sobre la verdad:

El rey hizo llamar a un asceta muy sabio que residía en uno de los bosques de su reino. Le dijo:
-Me pregunto cómo lograr que la gente sea mejor.
El ermitaño repuso:
-Puedo decirte, señor, que las leyes por sí mismas no bastan para hacer mejor a la gente. El ser humano tiene que practicar ciertas virtudes y éxodos de perfeccionamiento para alcanzar la verdad de orden superior. Esa verdad superior tiene bien poco que ver con la verdad ordinaria.
El rey replicó:
-De lo que no cabe duda es que yo al menos puedo lograr que la gente diga la verdad; puedo al menos conseguir que los demás sean veraces.
El rey decidió instalar un patíbulo en el puente que servía de acceso a la ciudad. Un escuadrón, a las órdenes del capitán, revisaba a todo el que entraba en la ciudad. Se hizo público lo siguiente:
“Toda persona que quiera entrar en la ciudad será previamente interrogada. Si dice la verdad, podrá entrar. Si miente, será llevada a la horca.”
Un día el asceta avanzó hacia el puente. El capitán de la guardia se interpuso en su camino y le interrogó:
-¿A dónde vas?
-Voy camino de la horca para que podáis colgarme.
El capitán aseveró:
-No lo creo.
-Pues bien, capitán, si he mentido, ahórqueme.
Desconcertado el capitán comentó:
-Pero si le ahorcamos por haber mentido, habremos convertido en cierto lo que usted ha dicho y en ese caso no le hemos colgado por mentir, sino por decir la verdad.
-Efectivamente -afirmó el ermitaño-. Ahora usted sabe lo que es la verdad… ¡su verdad! Coménteselo al monarca.

Tomado de Escuela de Educación Mental, por Ramiro Calle 

9 words, 47 letters

Control parental

Mientras muchos padres no tiene ni idea de qué hacen sus hijos cuando usan internet. Otros se toman el control parental muy en serio. La imagen que verán a continuación corresponde al post de una madre en la cuenta de Facebook de su hijo, quien al parecer usó su espacio virtual para difamar a una amiga. Para algunos la sanción parecerá un poco estricta, pero yo creo en el valor pedagógico de “darle una cucharada de su propia medicina”. Traducción bajo la foto.

“Hola, soy la mamá de XXXXXX. Quiero decirles que él ya no tiene permitido usar Facebook debido a las decisiones que tomó hoy. Él puso en Facebook información personal acerca de alguien lo cual, independiente de que sea cierto o no, fue algo grosero. Como decidió hacerla enojar a ella difundiendo información personal, creo que ahora debe saber cómo se siente cuando los papeles se invierten. Él mojó la cama hasta que tuvo 8 años”.