olegario debe morir

Olegario debe morir

El despertador fue incapaz de abrirle los ojos a Olegario; ni a una banda de guerra le habría sido fácil tan siquiera lograr un parpadeo y menos sacarlo de esa caverna profunda donde lo dejó tirado la juerga alcohólica de la noche anterior. Era lunes. Ya debería llevar si quiera una hora de estar despierto si aspiraba llegar a tiempo a trabajar; pero tal cosa ya no ocurriría, como casi todos los lunes por la mañana. La escena de aquel día era casi una copia del inicio de la semana anterior, excepto porque el aire de la habitación no estaba saturado por la cantaleta altisonante de Rosa, la esposa de Olegario. Su gritería fue inusualmente reemplazada por un silencio tan grave que fue posible notar el momento en que la cabeza de Rosa echó a andar sus pensamientos: decidía cómo decirle a Olegario que ya no viviría más con él. Sigue Leyendo